El poeta León Felipe vino con el viento, y
el viento se lo llevó al infinito cuando su nombre, piedra de los caminos o
estrella fugitiva, se difundía a los cuatro vientos. Espíritu trashumante desde
los días azules de la infancia, León Felipe supo que la poesía se apoya en la
biografía. Y eligió la vida del hombre errante y solitario, una vida que se
corresponde con las etapas de sus andanzas, primero por el Ruedo Ibérico
(Tábara, Sequeros, Sierra de Salamanca, Santander, Almonacid de Zorita,
Valladolid, Madrid) y luego por el mundo ancho y ajeno (Guinea, Estados Unidos,
México, América del Sur).
También advirtió que la poesía es biografía
hasta que se hace destino y entra a formar parte de la gran canción del destino
del hombre, como señala en los umbrales de Ganarás
la luz, uno de sus mejores libros. Este español del éxodo y del llanto fue,
sin duda, un hombre singular y solidario, que llevaba entrañados sus
complementarios, hasta llegar a identificarse con ellos: el hombre que siente y
cree propio de su condición humana el amar, el hombre que piensa y juzga según
su criterio personal, el hombre que actúa y realiza su aventura en compañía de
su prójimo. Y esto es lo que anuncia su canto:
—No andes errante,
y busca tu camino.
Y también concluye esto:
—Dejadme, ya vendrá un viento fuerte que me lleve a
mi sitio…
A Miguel de Unamuno le acerca el sentimiento pensante; es decir, la intromisión
del pensamiento dentro del sentimiento. Como el vasco, León Felipe es, ante todo, un sentidor solitario, que siente y
piensa lo que siente, esas razones del corazón que la razón desconoce: “Yo
digo: lloro, grito aúllo, blasfemo…, luego existo”. Lo cual no es óbice para
que, a raíz de los infaustos acontecimientos de la guerra civil española, ese
sentimiento individual se transustancie en sentimiento unánime: “Hay que
encender una estrella —¡una sola, sí!—”, clama en “La insignia”, la primera
arenga poemática de la guerra.
Me durmieron con un
cuento…
y me he despertado con
un sueño.
Y
el poeta lo dice, ¡claro que lo dice!, y lo proclama a los cuatro vientos:
Voy a contar mi sueño,
narradores de cuentos.
Voy a contar mi sueño.
Sentidor, pensador y hacedor originalísimo,
el poeta León Felipe nos legó una palabra que, como la de su admirado Walt
Whitman, está ligada de manera inextricable al sentido de la búsqueda y al
pensamiento viajero: el de un hombre que piensa al caminar y conforme a la
verdad de la marcha. Ese hombre cabal, completo, el hacedor de Versos y oraciones de caminante y de Versos y blasfemias de caminante, que finalmente se llamaría Ganarás la luz, ese hombre nacido de la
cópula oscura de la arcilla y el viento, decidió que la última palabra,
pegadiza y terca, que recordase al morir fuera ésta: “¡Perdón!”
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