domingo, 14 de abril de 2019

LEÓN FELIPE, CONTADOR DE ESTRELLAS






El poeta León Felipe vino con el viento, y el viento se lo llevó al infinito cuando su nombre, piedra de los caminos o estrella fugitiva, se difundía a los cuatro vientos. Espíritu trashumante desde los días azules de la infancia, León Felipe supo que la poesía se apoya en la biografía. Y eligió la vida del hombre errante y solitario, una vida que se corresponde con las etapas de sus andanzas, primero por el Ruedo Ibérico (Tábara, Sequeros, Sierra de Salamanca, Santander, Almonacid de Zorita, Valladolid, Madrid) y luego por el mundo ancho y ajeno (Guinea, Estados Unidos, México, América del Sur).
También advirtió que la poesía es biografía hasta que se hace destino y entra a formar parte de la gran canción del destino del hombre, como señala en los umbrales de Ganarás la luz, uno de sus mejores libros. Este español del éxodo y del llanto fue, sin duda, un hombre singular y solidario, que llevaba entrañados sus complementarios, hasta llegar a identificarse con ellos: el hombre que siente y cree propio de su condición humana el amar, el hombre que piensa y juzga según su criterio personal, el hombre que actúa y realiza su aventura en compañía de su prójimo. Y esto es lo que anuncia su canto:

—No andes errante,
y busca tu camino.

Y también concluye esto:

—Dejadme, ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio…
 
A Miguel de Unamuno le acerca el sentimiento pensante; es decir, la intromisión del pensamiento dentro del sentimiento. Como el vasco, León Felipe es, ante todo, un sentidor solitario, que siente y piensa lo que siente, esas razones del corazón que la razón desconoce: “Yo digo: lloro, grito aúllo, blasfemo…, luego existo”. Lo cual no es óbice para que, a raíz de los infaustos acontecimientos de la guerra civil española, ese sentimiento individual se transustancie en sentimiento unánime: “Hay que encender una estrella —¡una sola, sí!—”, clama en “La insignia”, la primera arenga poemática de la guerra.
            Con Antonio Machado comparte el pensamiento sintiente; esto es, la capacidad de pensar desde uno mismo con el otro, con los otros. Y en este sentido es, sobre todo, un pensador solidario que piensa y siente lo que piensa. De modo que, a partir de los desastres de la guerra, el sentimiento individual, o dicho con palabras de Jorge Meneses, el tercer apócrifo machadiano, el polo individual del sentimiento, que está en el corazón de cada hombre, comenzó a orientársele hacia valores universales. Y el nuevo poeta prometeico se echa a andar, a hablar, a predicar en calidad de mensajero de la España Peregrina.

Me durmieron con un cuento…
y me he despertado con un sueño.

Y el poeta lo dice, ¡claro que lo dice!, y lo proclama a los cuatro vientos:

Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos.
Voy a contar mi sueño.

Sentidor, pensador y hacedor originalísimo, el poeta León Felipe nos legó una palabra que, como la de su admirado Walt Whitman, está ligada de manera inextricable al sentido de la búsqueda y al pensamiento viajero: el de un hombre que piensa al caminar y conforme a la verdad de la marcha. Ese hombre cabal, completo, el hacedor de Versos y oraciones de caminante y de Versos y blasfemias de caminante, que finalmente se llamaría Ganarás la luz, ese hombre nacido de la cópula oscura de la arcilla y el viento, decidió que la última palabra, pegadiza y terca, que recordase al morir fuera ésta: “¡Perdón!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario