La palabra original habla de algo
fuera de lo común, algo que hemos amado sin saberlo y persiste al otro lado de
la muerte.
Piedad por la alegría ajena a toda
causa, incluso a los caprichos del azar y de la fortuna; alegría original que
supone la vida que cunde, pasa y se transforma de manera incesante.
Sientes que le debes a esta tierra
algo más que la luz, algo como el rumor de las fuentes o el don de los
manantiales.
Y sientes como la caricia del agua
transforma sin pretenderlo la aridez de la tierra en la docilidad de la
arcilla.
Vengo de un milenio enardecido y
vivo en mundo que no existe, entre seres alumbrados por un sol invisible,
siempre a punto de desaparecer.
Mientras la dignidad de la pobreza
siga cotizando a la baja, no habrá motivos para la esperanza, ni para las promesas
extraviadas en la eternidad.
El misterio insondable de la belleza
consiste en que lo escondido se revela, se muestra y se encandece en lo
manifiesto.
Agonía permanente del fuego: chispas
dispersas, brasas apagándose, casi pavesas, que tanto se parecen a la vida.
El valor relativo de lo que soñamos
no compensa en modo alguno el valor absoluto de lo que destruimos; frente al
placer que destruye y anonada nos queda, eso sí, el dolor que consuela y
vivifica.
El dolor que llega a través de los espacios
sin fondo, ese dolor hiende la piel de los sentidos y estalla en las galerías
interiores como una orquídea roja, que sale de lo hondo a encandecer la tierra.
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